Autor: Liliana Tena Valades
Psicoterapeuta Psicoanalítica
lilitena@gmail.com
En este trabajo presento un planteamiento clínico que está fundamentado en una serie televisiva denominada “In treatment”, en la que se exponen las vicisitudes y situaciones que experimenta un psicoanalista en su práctica profesional cotidiana, siendo lo anterior adicionado con algunos elementos de la vida personal de éste, que pueden reflejarnos un panorama tanto de su situación profesional, como personal y familiar.
Sobre lo anterior he procurado hacer una introducción que plantea de manera general la situación del Dr. Paul Weston, así como algunas particularidades de sus casos clínicos, intentando posteriormente analizar y plasmar mis propias reflexiones al respecto de su práctica clínica, fundamentándome en el marco teórico de algunos autores que han profundizado sobre el tema de la Contratransferencia.
El Dr. Weston es un psicoanalista de 50 años que se ha dedicado por aproximadamente 30 a la práctica clínica; se encuentra en un momento de vida en el que está conflictuado e inundado, aparentemente por las situaciones y problemáticas que le plantean sus pacientes. Ante esto, aunque de manera un tanto difusa, Paul determina reiniciar su propio tratamiento con su antigua analista control (Gina), buscando un alivio a las tensiones que le genera su labor, señalando inicialmente y como punto de partida la impaciencia que siente frente a sus pacientes, así como el constante esfuerzo que hace para contener sus reacciones y respuestas frente a los mismos. Se siente aprisionado y solitario, reflejando una especie de rabia difusa, que aunque pretexta y asocia con sus pacientes, es evidente que está ligada a su situación emocional, afectiva e inclusive sexual, esferas que se muestran en franco conflicto.
En apariencia, uno de los detonantes que movilizaron mayormente la reacción de Paul, fue la transferencia erótica, generada por una de sus pacientes, Laura, una joven y atractiva mujer, quien como una forma de evitar confrontarse con su propia conflictiva emocional y su inadecuada forma de relacionarse con los hombres, deposita en su analista estos sentimientos transferenciales.
A pesar de ello y de manera coincidente en esos momentos, la gran mayoría de sus pacientes también presentaban problemáticas y reacciones transferenciales que contenían, ya fuera un alto grado de agresión y hostilidad, o muestras muy evidentes de seducción. Por ejemplo la adolescente con múltiples actings que tenía una especie affaire con su instructor de gimnasia y que en momentos desplazaba también una transferencia erotizada hacia Paul; la pareja conflictuada que no sabía si continuar con un matrimonio lleno de agresiones e infidelidad, desquitando su propia incertidumbre con el analista; el piloto militar, que aunque narcisista, expansivo y con reacciones en extremo violentas tanto dentro como fuera del consultorio, se auto inflingía montos importantes de agresión.
De manera general los pacientes se presentan en la transferencia demandándole mucho al Dr. Weston, mostrándose rabiosos y frustrados, como si el vínculo terapéutico no terminara de darles “el alimento” necesario que les ayudara a contenerse de alguna manera. Sin embargo llama la atención que la relación terapéutica establecida por Paul con su propia analista, se caracterizaba de manera general por esa misma demanda, así como del reclamo de frustración y enojo.
Profundizando en la vida personal de Paul Weston, como datos importantes se encuentra una infancia en la que tuvo que fungir como pareja protectora de una madre enferma y demandante, misma que fue engañada y abandonada por el padre cuando Paul era pequeño. A pesar de sus años de análisis, es evidente que no logró consolidar en ningún momento de su vida una relación estable o
afectuosa con su padre, así como tampoco reparar la cantidad de enojo que había experimentado a lo largo de su vida hacia esa figura, aunque parece ser que de manera profunda también generaba expectativas infantiles de ser rescatado en algún momento por él.
La relación entre Paul y su esposa, se encuentra en un momento muy crítico, dado que ante una sensación de abandono percibida por la esposa y los constantes reclamos de ésta, el vínculo y la convivencia se habían ido desgastando en todos lo ámbitos, particularmente el sexual, hasta el grado de la infidelidad por parte de ella, misma que hace obvia y como una manera de regresarle a Paul la ausencia y la falta de atención. La esposa culpa a los pacientes de la falta de atención de su esposo y se queja de que no hay un límite entre su trabajo y su vida familiar, situación que tiene cierto grado de realidad dado que el consultorio se encuentra ubicado al interior de la casa habitada por la familia y en algunos momentos los pacientes han llegado o al menos han intentado trasgredir los límites entre el consultorio y la casa.
Por otra parte parece ser que ante sus dos hijos, Paul se siente extraviado sin poder acceder a su mundo y a su vida, mostrándose ajeno tanto de sus situaciones, como de las problemáticas que presentan al encontrarse en la etapa adolescente.
Como puede observarse Paul se siente enormemente conflictuado, demandado y extraviado de sí mismo y de las cosas que lo conforman, incluyendo una posible sensación de que el tiempo le ha pasado sin que haya podido tener control de ello y sin lograr tampoco sentirse satisfecho en los diversos ámbitos de su vida. Se refleja por un lado excesivamente enojado, cansado, pesimista y “derrotado”, aunque por otro lado con hiperreacciones que pueden detonar tanto dentro como fuera del consultorio.
El avance terapéutico de sus pacientes es cuestionable en algunos sentidos, inclusive a los propios ojos de Paul, dado que en la mayoría de sus casos (particularmente aquellos que por alguna razón se espejeaban o resonaban con partes de su conflictiva personal) parecía ser que más allá de una evolución o de regresiones al servicio del tratamiento, dichos pacientes se encontraban en un impasse en el que ni sus intervenciones, ni el uso de la transferencia y/o la contratransferencia estuvieran conduciendo a buen término, más bien parecía que en el contexto se estaban jugando resistencialmente diversos impulsos.
De manera personal me genera mucha inquietud el planteamiento del tema de la contratransferencia y sus vicisitudes, debido a que me surgen diversas dudas al respecto, tales como: ¿Hasta dónde se ha descuidado este concepto en la práctica clínica? O si el mismo plantea la posibilidad de que se acomode a las necesidades narcisistas o egocéntricas del analista o terapeuta, dejando de lado la realidad del paciente. ¿Realmente la contratransferencia puede ser utilizada como una herramienta real para la comprensión más profunda de nuestros pacientes o deformada en una verdadera iatrogenia? ¿En estos tiempos es realmente aceptada y utilizada la contratransferencia como un recurso necesario y fundamental, o se sigue considerando como un estorbo que complica la situación analítica?
Sin embargo la pregunta a la que hago referencia en el titulo del presente trabajo, utilizo el término Iatrogenia que según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, “dícese de toda alteración del estado del paciente producida por el médico”. Entonces el planteamiento de este trabajo también conlleva el dilucidar si las dificultades técnicas y los resultados inconvenientes en los procesos analíticos de los pacientes de Paul Weston, desde sus diversas circunstancias, estructuras y niveles patológicos, fueron generados en alguna medida, por un influjo que estos mismos depositaron
sobre su analista y como una reacción natural donde neurosis de transferencia y contratransferencia se unieron en beneficio del tratamiento, ó los nudos emocionales que proyectaba el Dr. Paul habían contaminado u obstaculizado en gran medida tanto a los pacientes como a la situación analítica en sí misma.
El término contratransferencia fue utilizado de manera inicial por Freud durante su discurso inaugural del II Congreso Internacional de Psicoanálisis, con el artículo “Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica”, el cual fue llevado a cabo en Nuremberg en el año de 1910. Aunque en ese tiempo Freud la significaba como un obstáculo, consideraba que su comprensión y conocimiento se ligaba al futuro del psicoanálisis, el cual podía propiciar un gran progreso para la técnica de éste. En este mismo artículo Freud señalaba, “la contratransferencia se instala en el médico por el influjo que el paciente ejerce sobre su sentir inconsciente”, además de establecer que “cada psicoanalista sólo llega hasta donde se lo permiten sus propios complejos y resistencias interiores”.
A pesar de lo anterior es observable en la obra de Freud las pocas referencias que hace sobre este término, profundizando muy limitadamente sobre ello. Sin embargo existen otros autores que han trabajado enriqueciendo la definición y el entendimiento sobre el factor contratransferencial. Juan David Nascio, (2006), lo define tratando de darle una comprensión a través de la perspectiva lacaniana, como el conjunto de obstáculos imaginarios que se oponen a que el analista “ocupe su lugar efectivamente”. También define que paradójicamente el problema más allá que situarse hacia el interior del vínculo entre el paciente y el analista, se establece entre el analista y “su propio lugar”, el lugar del objeto.
Desde lo señalado por este autor, la relación analista-lugar juega un papel definitivo en la cura de los pacientes, sin embargo este “ocupar el lugar” tiene
una exigencia en la que es fundamental que se aplique tanto la práctica, la teoría y la técnica con el máximo rigor, utilizando como regla básica la cuestión ética que involucra lo que Ferenczi, (1928) señalaba como la necesidad de ejercer una metapsicología de los procesos psíquicos del analista, en el afán de obtener un “balance libidinal” de este mismo, que reclamaría un movimiento pendular entre el ir y venir de una identificación y el control ejercido sobre sí, sobre su narcisismo y egocentrismo, como lo señala Nascio, (2006).
Asociando esta parte de la teoría a nuestro caso, podría referir la importante dificultad que el Dr. Paul experimentaba para “ocupar su lugar”, explayando en primera instancia sus propias necesidades narcisistas, mismas que de manera probable no le permitían observar objetivamente el lugar que le era adjudicado por sus pacientes, o si lo lograba hacer lo planteaba como en una solución o compensación a las carencias que él experimentaba de manera personal. En este sentido era posible observar que la solución o la respuesta que planteaba a las interrogantes de sus pacientes, podían estar más orientadas a las respuestas de sus propias interrogantes, ansiedades y/o conflictos inconscientes, lo que promovía un círculo vicioso que no daba cabida a la elaboración y neutralización de las pulsiones agresivas y erotizadas puestas en escena dentro de su consultorio.
Desde mi punto de vista, el error técnico o iatrogenia mostrada por el Dr. Paul no necesariamente estaría puesto en el sentirse cargado o incluso movilizado o erotizado por las provocaciones de sus pacientes, sino más bien podría asociarse a lo que señala Heimann (1950, 1960) “el analista debe ser capaz de contener los sentimientos que le son provocados, en lugar de descargarlos (como lo hace el paciente), para subordinarlos a la tarea analítica en la cual funciona como la reflexión en el espejo del paciente”, siendo que la contratransferencia, como la misma Heimann lo señala, puede servir “como una llave al entendimiento del paciente”.
Parece ser que más allá que no haber logrado, ya fuera “el balance libidinal” como lo nombra Ferenczi o esta “contención de sí mismo y de sus sentimientos” utilizando sus sensaciones como una forma de profundizar en la trama y comprensión de los pacientes, el Dr. Weston quería armar con estos una historia en la que ellos participaran como actores secundarios, dándose la posibilidad de restituir sus propias partes que actual o anteriormente habían sido dañadas.
Un ejemplo de ello puede ser la manera como estaba utilizando, aunque de manera inconsciente, todas las circunstancias y transferencias de sus pacientes, como buscando obtener un efecto revitalizante en su vida… un efecto maniaco que no le permitía aterrizar en la dolorosa situación por la que atravesaba en esos momentos y de la cual emergía un estado depresivo significativo. Probablemente esa era la resistencia frente a su propia situación analítica, en la que plagaba todo el contenido de las sesiones con las circunstancias de sus pacientes, ya que parecía ser más fácil sentirse atribulado por ello, que por su propia complicada realidad.
A pesar de las fallas técnicas y las debilidades emocionales que se veían proyectadas en su praxis, el Dr. Weston también reflejaba un interés legítimo por sus pacientes, una parte paradójica que lo llevaba en algunos momentos a mostrarse sobre tolerante y con actitudes y reacciones demasiado empáticas o paternales, sin embargo creo que esto también se convirtió en uno de sus grandes problemas, ya que parece ser que en un afán omnipotente, Paul evadía o no lograba integrar totalmente las cargas tanto agresivas como libidinales que le provocaban sus pacientes, así como la manera en que estas se entremezclaban con su propia situación emocional.
Winnicott, (1947) señala “al analista debe serle fácil asumir sus propios temores y odios”, siendo que desde mi percepción solo de esta manera logrará aceptar, entender y neutralizar dentro de él mismo los temores y odios de sus pacientes. Así mismo añade, “en ciertas etapas de ciertos análisis, el paciente llega efectivamente a buscar el odio del analista y lo que entonces se necesita es un odio objetivo”. Considera Winnicott que si el paciente no es capaz de encontrar este odio objetivo, tampoco será capaz de encontrar el amor objetivo.
Desde mi apreciación, lo anterior es un punto nodal en el planteamiento de este trabajo, ya que considero que el factor contratransferencial del Dr. Weston estaba realmente invadido por el gran temor y odio que éste experimentaba en la suerte de ser insuficiente frente a sí mismo y frente a todas aquellas personas que lo rodeaban (familia y pacientes), pareciendo no haber elaborado la parte en la que él se observaba en “falta”, en la que tendría que confrontarse con sus propias limitaciones y deseos omnipotentes, mismos que dejaban ver su enorme necesidad de convertirse en el objeto del deseo de sus pacientes.
Lo anterior a través del tiempo se convirtió en una evidente incapacidad de “ocupar su lugar” y no sólo el lugar de analista, sino como persona en general, no pudiendo integrarse al respecto de lo que realmente podía ofrecer y tolerar frente a sus pacientes y en el momento de vida por el que trascurría. Dice Nascio, (2006) “trabajar como analista, implica conducir al paciente hasta donde podamos, pero no más allá, hasta donde toque y exponga mi posibilidad, mi integridad mental y psíquica”.
BIBLIOGRAFIA
Sigmund Freud, Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica (1910), Obras completas, tomo XI, Buenos Aires: Amorrortu, 2007.
Juan David Nasio, Cómo trabaja un psicoanalista, Buenos Aires: Paidós (2006).
Donald W. Winnicott, El odio en la contratransferencia, Basado en un escrito leído ante la Sociedad Psicoanalítica Británica, (1947).
J. Sandler, A. Holder, C. Dare, Basic Psichoanalytic concept: IV. Counter- Trasference, (1970).
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