miércoles, 27 de julio de 2011

Sobre Relato de mi análisis con Winnicott de Margaret Little.

Autor: Beatriz Carrión de Negri
Psicoterapeuta Psicoanalítica
beacd8@gmail.com



La preocupación maternal primaria tiene como consecuencia la capacidad del bebé de relacionarse con sus objetos mediante la función de la madre del ofrecimiento del yo auxiliar.  La madre funge como mediadora entre el niño y el mundo externo y así se comienza a diferenciar el yo del no yo o el mundo externo.  Este escrito es un ejemplo muy claro de un caso en el que esta función falta y como consecuencia se desarrollan conflictos estructurales y deterioros importantes en la integración del sujeto. Margaret Little, analizanda de Winnicott ofrece una visión personal de una deficiencia ambiental causada por la falta de una figura “suficientemente buena” y la consecuente falta de maduración e indiferenciación del su yo. 
Por el otro lado, se muestra también la sustitución de la figura materna por la persona de Donald W Winnicott, en transferencia. De esta manera, se logra un proceso de ruptura de esquemas anteriores creando algunos nuevos y mejorando la calidad de vida de la paciente, disminuyendo angustias y logrando que aumentara la confianza en sí misma logrando así, finalmente, ser ella misma.  Sin embargo, su tratamiento con él comienza después de haber experimentado dos tipos de análisis distintos anteriormente.  A partir de esto Margaret describe las razones sobre las que el tratamiento con el enfoque de Winnicott, su tipo de relación y proceso terapéutico, representaron la mejor opción para ella a causa de su profundidad en el vínculo transferencial y consecuente mejoría.
En su primer análisis, psicoterapia jungiana, se le muestra su incapacidad de ser ella misma sin proporcionar ninguna herramienta para que pudiera hacerlo.  La figura del terapeuta no es receptor de su angustia ni posibilita la contención necesaria, por lo que Margaret mejora algunos síntomas pero en general expresa sentirse “menos persona que nunca”, lo cual explica la falta de entrada y contacto en profundo en la verdadera problemática de la paciente.
Su experiencia en análisis freudiano, por otro lado,  es experimentada como intimidante e incapaz de brindar un ambiente seguro y contenedor. La Dra Sharp respondía en ocasiones de forma hostil y otras, amable, lo que refería una relación profundamente ambivalente.  Cualquier alusión a la realidad, le era interpretada como defensa, por lo tanto, siendo siempre ella la que estaba mal y su analista la que tenía la razón, hubo una repetición en la que transferencialmente, la figura de la analista se convierte en una relación de desconcierto, como la  que tenía con su madre, y como consecuencia, no se logra ahondar suficientemente en la causa de su tan profunda angustia.  Una situación experimentada como falta de empatía desemboca en un sentimiento de si menor sin mejoría del estado de Margaret.  Una vez más, no se logra romper aquella coraza que contiene la verdadera causa de sufrimiento.
Es importante conocer estos dos tratamientos anteriores porque así resulta más clara la razón por la cual el contacto con el Dr. Winnicott fue tan atrayente para la paciente.  De manera simple y sin exigencias se  contactó con el dolor ya que el analista supo, en palabras de Margaret,  lo que su corazón necesitaba”.  La situación de espasmos y gran angustia en el diván marcaron el inicio de una regresión interpretada por Winnicott como la repetición su experiencia del nacimiento (el comienzo o nacimiento de una relación), de esta forma, se pudo comenzar el tratamiento desde etapas muy primitivas de la vida de la paciente. 
Margaret describe claramente que a partir de este momento siente una confianza absoluta y tranquilidad proporcionada por él. El concepto de alianza terapéutica de Winnicott, en el que se conduce de una manera similar a las interacciones entre madre e infante, se observa claramente en el tratamiento de Margaret ya que se le atribuye mucha importancia al momento en la que la paciente expresa la demanda “no se como ser yo misma”, la cual sus dos terapeutas anteriores no supieron subrayar con la sensibilidad que Winnicott le proporciona, instaurando un ambiente facilitador.  El analista, entonces,  da a entender que precisamente la pareja analítica trabajará en eso, en esa angustia indescriptible  e inmanejable para la paciente.  Considero que la contención en ese aspecto representa una de las condiciones básicas para que Margaret decida abrirse y lograr caminar sobre un terreno que considera seguro y estructurante.
Los conceptos de holding y handling se entienden de forma manifiesta, más allá de la teoría. Al describir la actitud corporal de Winnicott con su analizanda, sujetando sus manos con las de ésta última, actitud, que puede ser criticada por ser un contacto físico, no me parece una actitud que debería ser castigada por el tipo de paciente con quien se trata.  Margaret describe lo útil que le fue sentir este apoyo en un ambiente facilitador, sintiendo que su analista asumía la responsabilidad de darle fuerza a su yo débil, y en un sentido literal, que después describe, simbólicamente, como un “cordón umbilical” ante la presencia de un pánico inmanejable.  Los cuidados hacia ella asegurando una constancia, bienestar corporal, tolerancia y seguridad, permiten, entonces la formación de ese espacio que Margaret podrá utilizar para integrar aspectos de sí misma.
La regresión en el tratamiento resulta un concepto fundamental ya que por medio de esta la paciente pude entrar en un estado de dependencia total y así regresar a la época en el que tuvieron lugar las intrusiones que amenazaron al self para su desarrollo.  Este estado, en el que la paciente comienza a reelaborar experiencias, permite que se reedite la falla de esa madre – ambiente, en el momento en el que el bebé apenas comienza a ser.  Observado en el tratamiento de Margaret, esta es precisamente su demanda, no sentirse ser ella, por lo que hay una oportunidad de reinstauración de funciones psíquicas.  Es importante remarcar, sin embargo, que por más buen manejo de regresión, es imposible brindarle al paciente todo lo que careció en épocas anteriores por lo que con el tiempo probablemente sí se perciba una diferencia pero nunca se destruirá por completo la angustia y la ambivalencia originarias, como sucede en este caso.
Winniccott, en 1963, se refiere al “Miedo al derrumbe” y lo describe como “falla en la organización de las defensas” que está en contra de un estado impensable para el sujeto.  Afirma que el miedo al derrumbe emerge de un miedo ya experienciado que dio lugar a dicha organización defensiva y que muchas veces el paciente requiere que se le diga que aquel escenario tan temido, causante de tanta angustia, realmente ya tuvo lugar. 
Habiendo entendido esto, podemos pensar lo que sucede en el tratamiento de Margaret, ya que Winniccott, con base en el caos materno que la paciente experimentó, hace una interpretación que Margaret describe como “revelación”:   “…el temor a la aniquilación que sentía correspondía a la aniquilación que ya había ocurrido: había sido psíquicamente aniquilada,  físicamente había sobrevivido, y en este momento estaba reviviendo mi experiencia pasada” (Little, 1995). 
Lo anterior hace alusión a lo ya descrito, en relación ahora a un miedo a la muerte en la que el suicidio había sido un pensamiento en Margaret.  Sin embargo, con su hospitalización y tratamiento con Winnicott, entendió que esa aniquilación ya había sucedido pero no fue experienciada por la falta de madurez del yo en etapas muy tempranas del desarrollo.  Esto también refiere al hecho de que para una mejoría hay que tocar fondo, es decir, hay que llegar a lo más temido por el paciente o, en palabras de Winnicott, lo “impensable” y experienciarlo en el presente.
Esta experiencia es revivida en transferencia y reeditada en el presente con un objeto que aporta una figura constante y accesible.  El estado impensable e insoportable para Margaret es soportado por su analista.  Winnicott sobrelleva sus angustias culpas y dolor, y es por esto que se llega a recordar por medo de la transferencia.  Esta cuestión impensable para ella pero si representado en la infancia muy temprana, en tratamiento, se abre.  El analista presta herramientas, por lo que el  yo de la paciente logra una nueva conformación.
La substancial tarea de la madre de comprender a su hijo y así poder ponerse en su lugar mantiene controlada la angustia que puede llegar a sentir el bebé.  Si la situación toma otro camino y el pequeño no percibe una continuidad en las actitudes maternas, se tiene como resultado la emergencia de angustias psicóticas y por tanto un desarrollo patológico.  Margaret ejemplifica este tipo de conflicto, ya que la relación con su primer objeto, la madre, no fue presentada como una creación del bebé, es decir no se ofreció de manera tal para ofrecerle la ilusión de responder fielmente a sus acciones. 
Winnicott lo explica así:  La madre adaptativa presenta a un objeto o una manipulación que satisface las necesidades del bebé, de modo que éste empieza a necesitar exactamente lo que la madre le presenta.  De esta manera llega a tener confianza en ser capaz de crear objetos y de crear el mundo real.  La madre le proporciona al bebé un periodo breve en el cual la omnipotencia es algo que se experimenta” (Winnicott 1965)
Insisto en la lectura directa de este punto en específico ya que en el libro se hace mucho énfasis en la capacidad creadora del sujeto, y la forma en que Margaret llega a desarrollar esta capacidad en el curso del tratamiento.  Después de romperse el tobillo en una caminata por la montaña, luego de una confrontación con su madre, comprende que algo debía romperse para librarse de su dominio y finalmente destruir el ciclo de repetición.  Ejercía en ella tanto control, que no había poder de decisión personal.  Esto la lleva a una gran confusión en los límites entre ella y su madre que causa la indiferenciación, no sabiendo, por lo tanto, lo que significaba ser ella misma.
Coderch afirma, la enfermedad depresiva es algo muy complejo que va mucho más allá del desencadenamiento de un suceso desagradable ya que evoluciona independientemente de este suceso.  La causa es que en muchas ocasiones la pérdida es inconsciente y va mucho más allá de lo que es conocido por el paciente. Margaret precisamente presenta periodos depresivos, aparentemente sin una causa desencadenante lo que aclara la idea de que conscientemente no se puede explicar un origen y es precisamente el desconcierto lo que causa tanta angustia y la falta de integración lo que desata los síntomas depresivos.
En alguna sesión Winnicott hace una intervención que, por su manera de formularla, me parece extraordinaria: “ ¿Por qué siempre llora en silencio?.  Margaret, sencillamente, responde que así fue como se lo enseñaron.  Sin embargo creo que es un momento en que se toca más de lo que el lenguaje puede abarcar, ya que con esta simple comunicación se encuentra una demanda de cambio, un deseo de ser con una prohibición que la cubre y la existencia de un espacio de ilusión en el que llorar en silencio tiene un aspecto positivo: es a partir del silencio que se tiene la posibilidad del surgimiento de algo distinto y por lo tanto de una capacidad creadora.
La madre, siguiendo a Winnicott, desde las ideas de Hornstein, debe presentarse como una figura no intrusiva para no interrumpir la continuidad y en este caso, la madre es una persona que no “deja ser”, es decir, impone sus vivencias y no ejerce un maternaje “suficientemente bueno”.  La madre es la encargada de proveer una continuidad de existir y así promover su crecimiento.  Este mismo autor menciona la descripción de Winnicott de un recién nacido como “un ser a la deriva en una corriente de momentos no integrados” (Hornstein, 2006 ) frase que deja muy claro el tipo de angustia sobre la que vive un niño y la gran necesidad de un buen manejo de ésta por la figura materna.  En el mismo texto, Hornstein cita a Pierra Aulagnier: “La madre está al servicio de su bebé… pero le impone su estilo”.  Una madre no suficientemente buena falla en su tarea de contención y este estilo repercute entonces en las posibilidades elaborativas del niño y en el tipo de presentación de objeto que se le brinda, haciendo un lado el carácter omnipotente que lo define.
Con base en esto se puede observar la diferencia, en transferencia, de este espacio brindado en análisis:  Winnicott permite que Margaret trabaje a su propio ritmo, sin imposiciones emocionales como en su infancia y logrando una confianza total en ese espacio.  No verbalmente, también se lo ofrece un espacio muy valioso y se percibe la diferencia una experiencia de carácter continuo en el presente, contrariamente a la experiencia impredecible en el pasado.
Es importante resaltar que en el proceso, al analizar las fallas de la madre de Margaret y las consecuencias afectivas que tiene en su adultez,  brotan directamente, asimismo, carencias importantes en la vida de su madre.  Una infancia con hermanos que atormentaban, con un padre alcohólico y con una madre cariñosa pero dominante, hacen de su madre una persona que debe sobrevivir a un medio hostil por lo que desarrolla defensas que, en un futuro, tienen consecuencias en el tipo de contacto con sus hijos.  Margaret se convierte en una niña enfermiza que necesitaba cuidados con el simple objetivo de controlar.  Poder controlar los cuidados de sus enfermedades resultaba más sencillo que controlar su desorden psíquico causado por el modo incontinuo de actuar de su madre.
La identificación del yo con la madre, según Edith Jacobson, es un factor importante para el desarrollo.  Con base en las introyecciones y proyecciones con el objeto, el bebé forma una diferenciación y una representación del yo o self.  La identificación, siempre ligada a la pérdida objetal, ayuda a lidiar con ésta última si la introyección se llevó a cabo en base a un objeto bueno.  En este caso, las funciones de la madre no ofrecieron las herramientas para identificaciones tendientes a la construcción de si mismo.            Por lo tanto, la capacidad de relacionarse se ve afectada y se observa en la paciente, sobre todo en sus problemas de pareja.  La identidad, formada por las identificaciones con las figuras importantes de amor, también se ve obstruida, lo que se observa en su incapacidad de ser “ella misma”, claramente expresando un estado de indiferenciación con el objeto, de unidad fusional y falta de integración.
La única opción de Margaret para defenderse del pensamiento caótico de su madre era formando parte de éste, compartiendo el delirio, siendo una sola las dos, y como consecuencia, en tratamiento, la persona de Winnicott realmente era su madre.  Por lo anterior, el periodo que corresponde con la hospitalización y su sobresalto y consecuente descarga por medio de “una orgía de destrozos”, representaron una parte de no integración de la psique de la paciente.  Así pudo encontrar finalmente la respuesta a su necesidad por destruir y destruirse y, consecuentemente, haber tenido fuertes pensamientos suicidas:  su salud tenía más peso que una enfermedad, que en principio, era de su madre, con la que se había identificado (o robado de ella) y por tanto había tratado de destruir.  Por su tiempo en análisis finalmente da cuenta de este hecho y es así como “decide vivir”.

Conclusión
La espontaneidad y cualquier pensamiento creativo en la infancia de Margaret eran castigados.  En tratamiento, entre otras cosas se muestra poco a poco una liberación psíquica, ya que la mejoría comienza, al tener un espacio tolerante, estimulante y libre de expresión.  Sabida pero no pensada, existe una representación de esta falta  y Winnicott, por medio de la transferencia, hace que se abra y salga lo impensable que la defensa no deja expresar, pero que, con el yo auxiliar del analista, logra conformarse otra vez y confiar permitiéndole “ser” y “crear”.
Margaret Little era psicoanalista, médico y ejercía su profesión exitosamente.  Tenía un nivel intelectual alto y socialmente estaba adaptada, sin presentar ningún rasgo, en sus palabras,  “anormal”.  Considero esto un punto clave para el tratamiento ya que lo que se propone en un proceso como este es, en cierta forma, desbaratar para llegar a un núcleo sobre el que se puede trabajar, inversamente a lo que comúnmente se piensa que es construir sobre lo ya formado.
Por lo anterior, la importancia de tocar lo más profundo y atemorizante, en este tipo de patologías, angustia al paciente y muchas veces también al analista por lo que éste último debe tener trabajados ciertos puntos en su análisis personal y así proporcionar un yo maduro al paciente.  Esto no asegura un tratamiento ideal y el esfuerzo y desgaste de ambas partes, es inevitable, sin embargo sí se puede aportar libertad para un pensamiento intuitivo y un espacio flexible, hacedor y seguro para que la paciente pueda expresarse psíquicamente, como en este caso, descansando en la figura del analista.


Bibliografía:
-  Coderch, J.  (1991). Psiquiatría Dinámica. Barcelona Herder
-  Hornstein, L.  (2006).  Las Depresiones.  Buenos Aires. Paidós
-  Jacobson, E. (1971).  Depresión. Buenos Aires.  Amorrortu
-  Little, M. (1990).  Relato de mi Análisis con Winnicott.  Buenos Aires.  Lugar editorial.
-  Winnicott, D.  (1992).  Psychoanalitical Explorations.  Cambridge: Harvard University Press.
-  Winnicott, D.  (2009). Los procesos de Maduración y el Ambiente Facilitador. Buenos Aires.  Paidós.

lunes, 25 de julio de 2011

Cuestionamientos en torno a la dialéctica en relación al concepto de pulsión y su destino

Autor: Alexandra Del Toro Sánchez
Psicoterapeuta Psicoanalítica
aledeltoro@hotmail.com

Todo el mundo toma el bien por el bien y por eso conocen qué es el mal. Porque, el ser y el no-ser se engendran mutuamente. Lo fácil y lo difícil se complementan. Lo largo y lo corto se forman el uno de otro. Lo alto y lo bajo se aproximan. El sonido y el tono armonizan entre sí. El antes y el después se suceden recíprocamente”


Georg Hegel
Pareciera haber una cierta contradicción y oposición inherente a la naturaleza humana, en el desarrollo que plantea Freud surgen varios factores que en el devenir del aparato psíquico se contraponen, ya que hay desviaciones, deformaciones y por otro lado enlazamientos nuevos que generan dinámicas internas infinitas y que dificultan la posibilidad de llegar a lo primordial.


Pretendo relacionar conceptos filosóficos en cuanto al pensamiento y razón dialéctica aplicada al proceso y formación de las pulsiones en el aparato psíquico y sus consecuentes polaridades que gobiernan en términos generales la vida anímica; la pasividad, actividad, mundo externo, entre otras.

Sobre la dialéctica, Sartre; “es la convicción de que la contradicción es el motor de la historia, de que la negación de la negación es una afirmación, la historia se actúa de totalización en totalización” (Sanguineti, 1975).

Sartre sostiene un pensamiento a priori en la razón dialéctica que no se fija en la estructuración de objetos sino que pasa de objeto en objeto, que crea destruyendo y destruyendo crea (Sanguineti, 1975).
Creo que asimila un poco a la manera en que las huellas mnémicas y el proceso por el que se va formando el aparato psíquico surge, se crean una serie de vías facilitadoras mismas que irán adhiriendo nuevas huellas, nuevas vivencias, algunas serán transformadas, bloqueadas, todo un proceso de creación y de búsqueda de destrucción de la huella primera de satisfacción, aquello que algunos llaman “objeto perdido”.

La dialéctica es exclusiva de la conciencia”, de modo que nuestro aparato psíquico tiene una dinámica paradójica donde al mismo tiempo que crea constantemente nos lleva hacía la muerte. Si pensamos en la pulsión de vida y pulsión de muerte y la lucha constante no sólo psíquica sino física tendríamos que basar el proceso psíquico y su devenir asociado a la dialéctica. Varios nexos o enlazamientos se pierden o bien se destruyen, algunas representaciones o aspectos inconscientes se mantendrán desligados, esto como parte del dinamismo que mantiene a nuestra psique.

Hegel, concibe en el hombre una totalidad dinámica: cada cosa llega a ser aquello que es por un devenir que se da de forma continua, producto de la diferencia y del carácter contradictorio del ser, percibe que en el ser el movimiento es dialéctico, pues existe una lucha interna entre las partes para disminuir la oposición hacia una unidad. Entonces el pensamiento aprende dentro de una realidad cambiante y en movimiento tanto externo como interno, sin dejar de lado el devenir (síntesis) y el cambio (Biografías y vidas, 2004).

Internamente buscamos; o más bien nuestras funciones yoicas, unificar, enlazar las partes desligadas sean representaciones, afectos, entre otras de modo que se genere un cambio, una comprensión, nuestro aparato surge y se mueve a partir de una oposición primordial; a partir de una búsqueda de algo que estuvo y ya no está, mismo que nos uniría o nos llevaría a la completud.

La estructura de la evolución es que algo, antes oculto, se despliega ulteriormente, por ejemplo, el Yo, se presenta como una simplicidad enteramente abstracta y sin embargo, está contenida en él una cantidad innumerable de sentimientos, de actos del entendimiento, de la voluntad y de pensamientos” (Hegel, 1983).

La representación de la pulsión en varias de sus ocasiones deviene distinta a su original forma o destino, habiendo sido víctima de diversos mecanismos que nuestro aparato utiliza con el fin de “protegernos”, he ahí destino o una situación dialéctica en los destinos de pulsión; donde inicialmente buscaba expresarse mediante lo pasivo al final se expresará en su opuesto; en lo activo.

Un ejemplo del ser en sí...Cuando digo Yo, esto es enteramente simple, lo universal abstracto, lo común a todos; cada uno es un Yo. Y, no obstante éste es el reino múltiple de las representaciones, de los impulsos, de los deseos, de las inclinaciones, de los pensamientos, etc. Es la fuerza, el concepto de todo aquello que el hombre desarrolla de sí.” (Hegel, 1983).

Desde dicho punto de vista filosófico podemos comprender la existencia de las polaridades internas y representaciones de pulsiones tanto sexuales como agresivas que son en el sentido del ser y existen, ellas parten del ello – yo indiferenciado, sin embargo estas pulsiones gradualmente buscan un destino de síntesis que jamás se logrará en su totalidad pues que la expresión de dichos impulsos, deseos e inclinaciones primarias resultan inaceptables; el hombre equilibra sus necesidades y pasiones en relación a ideales culturales, por lo que dichas características y cargas energéticas que son innatas deben ser transformados, desplazados, entre otras - que aquí un poco la dialéctica sea puesta en marcha por la estructura yoica, importa poco - sin embargo son herramientas inherentes al organismo que buscan su adaptación y maduración.


La representación de la pulsión y su destino entendiéndola desde un punto de vista dialéctico, implica pensar que existe siempre una y la otra, la activa y la pasiva, lo agresivo y lo libidinal, los opuestos todo el tiempo y esto es un factor elemental en la formación del aparato psíquico, inclusive esto lo vemos claramente en aquellos que Freud llama invertidos; donde dicho carácter puede conservarse un largo tiempo y después volverse activo en la pubertad o inclusive mas tarde en la vida adulta que se exprese dicha inversión, sea ésta absoluta, anfígena u ocasional (Freud, 1905).

En esto observamos la posibilidad de una pulsión sexual que cambia su destino así como su objeto de deseo por diversas cuestiones, la dialéctica existente apoyándonos en una disposición bisexual originaria en el curso del desarrollo, esto es tanto un deseo hacia el sexo opuesto como al mismo sexo, lo cual viene a reafirmar dicha oposición existente innata en el aparato psíquico en varias (Freud, 1905), sino es que en todas sus funciones o bien, procesos.

Encontraremos aptitudes tales como la racionalidad, libertad, entre otras que todo individuo trae consigo, mismas de las cuales él no es consciente o no hay una existencia para sí de dichas aptitudes hasta que puede conocerlas y saberlas por sí mismo. Es así que él va dando cuenta de sus posibilidades para un desarrollo del pensar y saber más desarrollado (Hegel, 1983).

El aparato psíquico se forma de una manera inconsciente donde el niño no es del todo consciente sobre lo que está sucediendo o tenga una comprensión total de los procesos internos, así como la integración de los mismos. Internamente se está dando una cantidad de movimientos y cambios así como el surgimiento de pulsiones por vías de representaciones al exterior y con ello va formando una sensación de distinguir y discernir sobre lo externo de lo interno (Hegel, 1983).




referencias
  • Biografías y vidas. (2004). Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Extraído de Internet Mayo 2010. http://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/hegel.htm
  • Freud, S. (1905). Vol. VII. Tres ensayos de una teoría sexual. Obras Completas. Amorrortu editores: Buenos aires, 1979.
  • Freud, S. (1915). Vol. XIV. Pulsiones y destinos de pulsión. Obras Completas. Amorrortu editores: Buenos aires, 1979.
  • Freud, S. (1915). Vol. XIV. Lo inconsciente. Obras Completas. Amorrortu editores: Buenos aires, 1979.
  • Freud, S. (1923 - 1925). Vol. XIX. El yo y el ello y otras obras. Obras Completas. Amorrortu editores: Buenos aires, 1979.
  • Hegel, G. (1983). Introducción a la historia de la filosofía. España: Sarpe
  • Sanguineti, J.J. (1975). Jean Paul Sartre: Crítica de la razón dialéctica y cuestión de método. España: Magisterio Español, S.A.
  • Xirau, R. (1998). Introducción a la historia de la filosofía. México; UNAM, Coordinación de Humanidades. 

jueves, 21 de julio de 2011

El Yo en Freud y sus variaciones en “Introducción al Narcisismo” y “Duelo y Melancolía”, finalizando en la formulación de “El Yo y el Ello”: una revisión conceptual.

Autor: Beatriz Carrión de Negri
Psicoterapeuta Psicoanalítica
beacd8@gmail.com


“…ser un Yo es tener la capacidad de emitir señales que los demás reciben… Ser un Yo es sentirse único…Tener un Yo es poderse replegar sobre si mismo”
Didier Anzieu (1974).


En el presente ensayo, se pretende hacer un recorrido del concepto del Yo (Ich) en Freud, por medio de la descripción de tres escritos, que sin duda marcaron épocas sustanciales, profundizando esencialmente en “El yo y el ello”,  texto en el que, finalmente, se describirá al yo como instancia.  La segunda tópica freudiana resulta la causa de diferentes tipos de lecturas de la misma, realizadas por diversos autores como son Jaques Lacan, Melanie Klein y por supuesto, Ana Freud, entre otros.  Sin embargo no se logra respirar su complejidad y dominio sin tener en claro su origen y progresiva evolución.  Hacer un recorrido detallado del concepto del yo en toda la teoría de Freud se encuentra lejos de ser el objetivo de este ensayo.  No es, sino por un intento de clarificación personal, a causa de algunos textos que captaron mi interés, que se pretende distinguir las diferentes visiones de un concepto que constituye pilar fundamental de la teoría psicoanalítica.

Comencemos nuestro recorrido en 1914, en el escrito “Introducción del narcisismo” (Zur Einführung des Narzissmus).  Freud propone el término narcisismo como concepto de la teoría de la, libido, en la que ésta se sustrae del mundo exterior y se reconduce al yo.  Define un narcisismo primario como una etapa necesaria en la primera infancia en la que existe una sobreestimación del poder de los deseos y pensamientos del niño, formando esto una originaria investidura (Besetzung) del yo que después debe ser cedida a los objetos.  Así, diferencia los conceptos de “libido sexual”, endosada a los objetos y “libido yóica”, dirigida hacia del yo. 

Una persona con un dolor orgánico, puede resignar su interés por el mundo exterior retirando libido de sus objetos de amor y colocándola sobre su yo, pero retornan cuando el sufrimiento cesa.   Este retiro narcisista también se encuentra en el estado del dormir y en la hipocondría, retirando la libido sobre ese órgano en especial.  También ocurre en  vida amorosa del ser humano, ya que el amor al objeto tiene como consecuencia una disminución de la libido yóica.   El niño y el adolescente toman, de sus primeras vivencias de satisfacción sus primeros objetos sexuales.  “Las primeras satisfacciones sexuales autoeróticas son vivenciadas a remolque de funciones vitales que sirven a la autoconservación.  Las pulsiones sexuales se apuntalan al principio en la satisfacción de las pulsiones yóicas y solo más tarde se independizan de ellas…” (Freud, 1914, p. 84). 

Por lo anterior se diferencia el tipo de elección de objeto por apuntalamiento, es decir bajo la premisa de que la persona encargada del cuidado del niño, la madre, se convierte más adelante en el primer objeto sexual;  y la elección de objeto narcisista, no eligiendo según el modelo de la madre sino según el de su propia persona, buscándose a sí mismos como objeto de amor, como sucede en la homosexualidad.  Por apuntalamiento se elige entonces a la mujer nutricia o al hombre protector, según sea el caso y según la elección de objeto narcisista se puede optar por: “lo que uno mismo es”, “lo que uno mismo fue” (fantasía de completud), “lo que uno querría ser” (partiendo del ideal del yo) y finalmente “a la persona que fue parte del si mismo propio” (madre o padre). (Freud 1914, p. 87). 

El narcisismo secundario que Freud intenta clarificar, proviene de la incapacidad de renunciar a esa gran satisfacción que el sujeto gozó una vez, a esa perfección de su infancia la cual procura recobrar desde su ideal del yo.   El ideal del yo aumenta entonces las exigencias del yo y esta es la principal causa de la represión.  La sublimación funciona aquí como un camino distinto que permite cumplir con cierta exigencia sin necesariamente dar lugar a la represión.

La idea de una posible relación entre la sublimación y la transformación de la libido de objeto en libido narcisista, es completada por Freud más adelante, en “El yo y el ello”.  Así mismo, refiere que es posible encontrar una instancia que vele por la satisfacción narcisista originaria del ideal del yo.  Por lo que podemos observar claramente que comienza aquí a desarrollar el concepto de súper yo, refiriéndose primeramente a una conciencia moral que más tarde será refinada.

Comprendemos, entonces, que el concepto de narcisismo trajo consigo una complicación: la libido yóica y libido de objeto que proponían una clasificación dualista de las pulsiones quizá ya no fuera válida.  En este texto, entonces, Freud considera una existencia permanente y simultanea entre los dos tipos de pulsiones: las pulsiones sexuales y las pulsiones yóicas.  Esto se origina por un continuo balanceo entre una y otra, siendo que si una se empobrece, la otra se enriquece, es decir, el yo podía ser la cede de una investidura libidinal al igual que cualquier objeto externo. 

Lo anterior, lo ejemplifica manifiestamente en el enamoramiento, convirtiéndose éste concepto en la máxima expresión de la expresión de la libido objetal, y en la paranoia, haciendo esta la máxima expresión de la libido del yo.  El término narcisismo, por lo tanto, ocupa un lugar esencial en el desarrollo del sujeto y posteriormente en el desarrollo de la psicosis por una investidura libidinal que recae sobre el yo. 

Es importante señalar que Freud insiste en el hecho de que la pulsión nunca se conoce como tal, únicamente se conoce su representación (Vorstellung) y ésta pasa a ser objeto de la conciencia por su unión con un afecto.  Cuando se llega a la representación palabra es cuando la conocemos, antes, solo es una representación cosa (imágenes).

En este momento, entonces, el yo es designado a la cede de la conciencia en el sistema de la primera tópica: consciente, preconsciente e inconsciente.


Lo que ahora suele describirse como estados de depresión fue abordado por Freud en su escrito de “Duelo y Melancolía” (Trauer und Melancholie), segunda parte de nuestra vía de descubrimiento del yo.  Lo que permitió a Freud abrir este tema fue precisamente lo que hemos revisado anteriormente: el concepto de narcisismo y de ideal del yo.   Lo que pretende Freud en este escrito es servirse de un afecto normal, como lo es el duelo, para profundizar sobre la melancolía.

El duelo es concebido como la reacción ante una pérdida, como es la de una persona amada, caracterizada por la falta de interés del sujeto por el mundo exterior.  Esto trae como consecuencia una inhibición y “angostamiento” del yo, provocando un gran displacer y dolor. Por lo anterior, y por la falta de existencia del objeto amado, el sujeto retira la libido de ese objeto, lo cual implica un gasto de tiempo y energía, pero una vez que se cumple con este proceso, el yo es de nuevo libre. 

La melancolía, por otro lado, es un proceso que conlleva una perturbación del sentimiento yóico o de sí mismo caracterizado por autorreproches, absorbiendo enteramente al enfermo.  A diferencia del duelo, Freud explica que en la melancolía no se sabe lo que se perdió, por lo que representa una pérdida no consciente.  Se desvanece la pulsión que obliga al ser humano a aferrarse a la vida. Freud dice, en relación a la melancolía, que el resultado de la pérdida de objeto no fue normal: “La investidura de objeto resultó poco resistente, fue cancelada, pero la libido libre no se desplazó a otro objeto sino que se retiró sobre el yo. Pero ahí no encontró un uso cualquiera sino que sirvió para establecer una identificación del yo con el objeto resignado.  La sombra del objeto cayó sobre el yo, quien, en lo sucesivo, pudo ser juzgado por una instancia particular, como un objeto, como el objeto abandonado” (Freud, 1917, p.246).  El yo, entonces, se identifica con el objeto perdido hasta llegar a perderse a sí mismo haciendo que la melancolía se convierta en la forma patológica del duelo. 

Siguiendo las observaciones de Otto Rank, Freud explica que la melancolía existe solamente sobre una elección de objeto narcisista para que la investidura de objeto, si se topa con dificultades, pueda regresar al narcicismo.  La identificación es el primer modo en el que el yo distingue a un objeto en una etapa previa a su elección.  En la melancolía es precisamente una identificación narcisista la que se convierte en el sustituto de la investidura de amor, por lo que se experimenta una regresión a la fase oral de la libido.

El placer narcisista de la melancolía se observa en el sadismo.  La satisfacción de tratar de dañar al objeto, dañándose a uno mismo representa el hecho que el sujeto nunca acepta realmente la pérdida.  Se trata a sí mismo como el objeto perdido pudiendo llegar, por lo tanto al suicidio: el yo solo puede pensar en destruirse si la investidura es presa de un retroceso hacia el sadismo y dirige contra si una hostilidad que, en principio es hacia el objeto.  Se vacía al yo hasta es empobrecimiento total. 

Un estado que presenta los síntomas opuestos es la manía. “…la manía no tiene un contenido diverso de la melancolía, y ambas afecciones pugnan con el mismo “complejo”, al que el yo probablemente sucumbe en la melancolía, mientras que en la manía lo ha dominado o lo ha hecho a un lado” (Freud 1917, p. 251).  Es decir,  el yo triunfa sobre la pérdida del objeto, pero esto le resulta desconocido. 

En esta descripción, sin embargo, Freud aclara que únicamente se ha considerado el punto de vista tópico, y se interroga, desde este momento por la función que podrán tener los distintos sistemas psíquicos en estas afecciones.  De esta forma, el pensamiento de Freud florece aún más y da lugar a la teoría estructural.

           
Finalmente llegamos a la revisión del tercer y último texto freudiano revisado en este ensayo.  Freud comienza “El yo y el ello” (Das Ich und das Es) con esta idea: “La representación de una organización coherente de los procesos anímicos en una persona la llamamos su yo” (Freud 1923, p. 18) del que depende la conciencia.  Es el gobernante de la motilidad aún en el sueño, en el que de igual forma, aplica una censura. 

De la misma forma, este yo parte el proceso represor, elemento esencial del psicoanálisis ya que gracias a este, el sujeto puede mantener inconscientes representaciones de pulsiones cuyo brote a la superficie (al sistema consciente) afectaría en gran medida su equilibrio y proceso de funcionamiento. Freud, nombró a la represión (Verdrängung),  como mecanismo principal y pilar de su teoría.  Así mismo representa la fuente del conflicto psíquico que tiene como base la formación de la estructura neurótica.

Por lo anterior, el sujeto comienza a fallar en sus asociaciones al acercarse al contenido reprimido en el análisis: se encuentra en resistencia sin saberlo.  Es aquí cuando Freud demuestra el descubrimiento de una parte inconsciente en el yo, la cual se comporta de igual forma que lo reprimido, ya que da a conocer situaciones sin estar al tanto de ellas, por lo que se necesita un trabajo analítico para lograr su acceso.

Después de hacer estas consideraciones, Freud hace un cambio trascendental de paradigma indicando que la neurosis, más que un conflicto entre lo consciente y lo inconsciente, refleja un conflicto entre el yo coherente y lo reprimido escindido de él.  Y así como todo lo reprimido es inconsciente, pero no todo lo inconsciente es reprimido, también una parte del yo puede ser inconsciente, sin embargo, a diferencia del contenido preconsciente no está latente y ni resulta sencillo su devenir consciente.

Freud dice: “Mientras que el vínculo de la percepción externa con el yo es totalmente evidente, el de la percepción interna con el yo reclama una indagación especial.  Hace emerger otra vez la duda ¿estamos justificados en referir toda la conciencia a un único sistema superficial, el sistema P-Cc?” (Freud 1923, p. 23).

Tras este cuestionamiento, afirma que los procesos de pensamiento, así como sensaciones y sentimientos,  efectivamente, solo tienen la capacidad de devenir conscientes atreves de su pasaje por el sistema P (percepción), por lo que el yo se puede observar a partir de este, tratando así de tocar al Prcc apuntalado en los restos mnémicos.  Sin embargo no deja de ser inconsciente: lo reprimido es separado tajantemente del yo pero no del ello y a través de este último puede comunicarse con el yo.  No obstante, el yo trata de imponer el principio de realidad al principio de placer que rige en el ello.  En el yo, entonces el sistema P juega el mismo papel que la pulsión en el ello. El yo se presenta como razón y prudencia, en oposición al ello, en el que se encuentran las pasiones.

Leamos a Freud para su clarificación: “La importancia funcional del yo se expresa en el hecho de que normalmente le es asignado el gobierno sobre los accesos a la motilidad.  Así, con relación al ello, se parece al jinete que debe enfrenar la fuerza superior del caballo con la diferencia de que el jinete lo intenta con sus propias fuerzas mientras que el yo lo hace con fuerzas prestadas.  Este símil se extiende un poco más.  Así como al jinete, si quiere permanecer sobre el caballo, a menudo no le queda otro remedio que conducirlo donde este quiere ir, también el yo suele trasponer en acción la voluntad del ello como si fuera la suya propia” (Freud 1923, p. 27).

El yo, por lo tanto emerge de sensaciones corporales que parten de la superficie del cuerpo fundamentalmente, por lo que el yo consciente es básicamente un yo cuerpo.

Al hablar, en “Duelo y melancolía”, de un objeto perdido vuelto a erigir en el yo, no se conocía aún lo frecuente que resulta este proceso, por lo que ahora Freud afirma que esta identificación que sustituye la investidura de objeto, resulta precisamente gran parte de la conformación del yo desembocando en la formación del carácter.  Al asumir el yo, estos rasgos del objeto, se impone él mismo, entonces, como objeto de amor.  El cambio de libido de objeto en libido narcisista lleva a la resignación de las metas sexuales, sin embargo, ahora que ya existe una separación teórica entre el yo y el ello, es importante remarcar que es en el ello en donde se encuentra este gran reservorio de libido, idea referida  antes, en “Introducción al narcisismo”, al hablar de una originaria investidura libidinal del yo, cedida después a los objetos.

Ahora, las primeras identificaciones, las de la fase omnipotente, resultan las más duraderas,  sobre todo la identificación con los progenitores de la que brota el llamado ideal del yo, en esta época, sinónimo del súper yo.  La ambivalencia del niño (hombre) hacia la figura del padre, y el deseo expresado con ternura hacia la madre son los componentes del Complejo de Edipo simple, sin embargo el más completo, propone no solo una ambivalencia hacia el padre sino también hacia la madre.  Esta postura parecida a la de la niña, en el niño, llevan a Freud a pensar la existencia del complejo de Edipo completo en la estructura neurótica.

Como consecuencia de lo anterior, el yo adquiere una de estas dos identificaciones colocándose forzosamente en un lugar que se contrapone con el otro contenido del yo, deviniendo ahora, como súper yo, heredero del complejo de Edipo.  Entonces, “Mientras que el yo es esencialmente representante del mundo exterior, de la realidad, el súper yo se le enfrenta como abogado del mundo interior, del ello” (Freud 1923, p.  37).  El origen del super yo aporta ahora la comprensión de que los conflictos anteriores al yo, con las investiduras de objeto del ello, puedan seguir su camino desembocando en conflictos con el súper yo.

La importancia de la pulsión (Trieb), en la teoría de Freud, consiste en el empuje al que se extiende el aparato psíquico para llegar a un fin.  Ésta, provocada siempre por un estado de tensión, busca satisfacerse con un fin determinado que puede modificarse cambiando también de objeto.  A este proceso se le llama sublimación, producida regularmente por la mediación del yo, la cual consiste en cambiar la forma de descarga de la pulsión, desplazándola en actividades intelectuales o socialmente valorizadas.  Así mismo, la pulsión también tiene diversas fuentes excitables, desprendiéndose así la teoría de los estadíos: la organización de la libido en diferentes zonas del cuerpo (oral, anal, fálica y genital).

Es preciso, así mismo, diferenciar los dos tipos de pulsiones: las pulsiones sexuales o Eros, inclinado a la reunión, la creación, la síntesis y tendiente hacia el objeto en el orden sexual, y la pulsión de muerte que reconduce al ser vivo a un estado tendiente a la inercia.  Sin embargo, después de la revisión de las identificaciones del yo, apropiándose de las investiduras de objeto del ello y poniéndose como objeto de amor, se observa que se trabaja en dirección contraria a los propósitos de Eros, mas allá del principio de placer, poniéndose, por lo tanto, al servicio de las pulsiones contrarias.

Como consecuencia, Freud  propone ampliar su concepción del narcisismo:  Al encontrarse el yo aún en proceso de formación, la libido es acumulada en el ello.  Este último inviste objetos, mismos que el yo intenta dominar ya que se encuentra fortalecido y así proponerse al ello como objeto de amor.  “Por lo tanto, el narcisismo del yo es un narcisismo secundario, sustraído de los objetos.” (Freud 1923, p. 47). 

Freud, por todo lo anterior, continúa con una clasificación dualista de las pulsiones y afirma el carácter silencioso de la pulsión de muerte, que como ejemplo se encuentra la compulsión de repetición (Wiederholung).

El súper yo, constituido por un lado, como heredero del complejo de Edipo y por el otro, por la identificación inicial, se impone al yo, por lo que éste último emprende el proceso represivo al servicio del súper yo.  Así, el yo consigue mantener alejado de él el material que refiere un sentimiento de culpa.

Dice Freud: “El ello es totalmente amoral, el yo se empeña por ser moral, y el súper yo puede ser hipermoral y entonces volverse tan cruel como únicamente puede serlo el ello” (Freud 1923, p. 55).”  Así, concluye que el ser humano, mientras menos deje salir su agresión, más se inclinará su ideal a agredir su yo, por lo tanto volviendo a su descripción de la melancolía, argumenta ahora que ese yo identificado, sufrirá, por parte del súper yo, un castigo por medio de la agresión. 

Después de este gran recorrido psíquico, Freud comienza a aclarar el terreno de yo y sus funciones, sometiendo al examen de realidad las percepciones, mientras gobierna los accesos a la motilidad.  Así, se enriquece con todas las experiencias que provienen del exterior pero al mismo tiempo, procura someter al ello.  Por lo que, al yo lo amenazan tres peligros: el mundo exterior, el ello y el súper yo.  Su objetivo será siempre hacer que el mundo externo, cumpla con el deseo del ello, y con esta afirmación, expone que el psicoanálisis está destinado a que el yo, gradualmente, llegue a conquistar el terreno del ello. 


Conclusión

La concepción del yo de 1914, con una visión del yo como objeto libidinal es la responsable de producir todo un cambio de lugar del yo, teniendo como consecuencia que en 1923 sea concebido como agencia de auto conservación y creador los mecanismos de defensa, volviéndose en ocasiones, adulador o mentiroso según la situación en la que se encuentre, desarrollando también el reflejo de huida y emitiendo angustia por la misma causa. 

Es, así mismo, en el modelo patológico de “Duelo y Melancolía” que no se permite pensar la tipicidad de aquel modelo de identificación como una de las bases de la conformación del yo, y que, posteriormente en “El yo y el ello”, resitúa esta línea incluyendo un modelo que piensa al yo desde el ello.

El Yo, por todo lo anterior, en la segunda tópica, es un yo que vela por los intereses de la totalidad del sujeto, siempre esforzándose por atender exigencias contradictorias del sujeto, es un yo intermediario. Es, ahora, una de tres instancias de ésta segunda tópica que junto al ello y súper yo, conforma el psiquismo humano, que se caracteriza por un dualismo pulsional y que opone las pulsiones de vida a las pulsiones de muerte.


















Bibliografía

-   Freud, S. Obras Completas.   (1914 – 1916).   Introducción al Narcisismo. Tomo XIV. Argentina.  Amorrortu.
-                                             (1914 – 1916).  Duelo y Melancolía.  Tomo XIV. Argentina. Amorrortu.
-                                      (1923 – 1925).  El Yo y el Ello. Tomo XIX. Argentina.  Amorrortu.